domingo, 31 de agosto de 2008

Información excluyente

No todas las personas pueden gastar 1.200 ó 1.300 pesos diarios para comprar periódicos como El Espectador, El Tiempo o El Colombiano y, no nos engañemos, tampoco es un interés general. Para eso está la radio y la televisión, pensarán algunos. Emisoras como Rumba Estéreo, o programas como la Cosa política pueden decir lo que los lectores pueden observar en los titulares de cualquier periódico, porque eso sería lo que harían muchas personas, leer los titulares pero no el artículo y mucho menos leerlo completo.

No hay tiempo para formar criterio y mucho menos si este se forma leyendo un periódico que ensucia los dedos. Para eso está el noticiero de las 7 (en RCN, claro está) y las noticias que Olímpica pueda transmitir durante el día, no importa que éstas informen bien o mal, mientras de política se trate. Porque eso sí, si quiere saber dónde están robando, cómo y cuándo asesinaron a una persona o que madre le pegó a su hija y cómo lo hizo, se necesita que la noticia sea verosímil (Así define el DRAE: “Creíble por no ofrecer carácter alguno de falsedad”), así el hecho no sea cierto y nunca haya ocurrido. Y pues si de coronar se trata, ya tenemos un campeón: La Chiva.
Este periódico tiene unas oportunidades que cualquier periodista y cualquier medio desearía tener: accesibilidad del público debido a su bajo precio, acogida en todos los barrios y en todos los estratos de la ciudad y, como si fuera fácil lograrlo, la capacidad de llegar a la mente de miles de personas.

La cosa se maneja de una manera muy sencilla, si tienes plata te damos La República (periódico de economía) o El Espectador, con alta calidad de noticias, verdaderamente formadoras de criterio, analíticas y veraces. Pero si no tienes $3.000 (valor de algunos periódicos los domingos) pues no puedes acceder a la información crítica que mereces, esa información es para quienes la puedan pagar. A ti, que puedes gastar $800 ó $900 te damos “noticias” sensacionalistas, con titulares como muerto a puñal o sale de la ‘guandoca’ y en letras rojas y amarillas.
Grave falta de la comunicación. Ponerle precio y límites a una información que debería ser para todos, que, en teoría, es democrática y no rechaza a las minorías. Pero lastimosamente la teoría no es lo mismo que la práctica y pareciera que algunos periodistas (que no deberían tener tan grande título) no supieran de la existencia de la ética profesional que acompaña permanentemente a tan grata profesión.

Soñemos con que algún día la noticia será verdaderamente una noticia, con los parámetros que la acompañan, y que todas las personas que ejercen el periodismo entiendan que la ética y la investigación son inseparables de esta profesión. Y ya que estamos soñando, no quedaría mal imaginar que algunas periodistas entiendan que no nos interesa saber quién se enredó en el tapete de la Casa de Nari (muy popular por estos días) y mucho menos quién monta bien a caballo o quién no lo hace. ¡Eh! Que tan bueno es eso de soñar.

Por Maria Clara Calle A.

lunes, 25 de agosto de 2008

¡Oh, Mafalda!


Si todos leyeramos varios periódicos como los que lee Mafalda -y no las patrañas del dúopolio mediático colombiano- quizá podríamos hacer comentarios como los de este personaje.

domingo, 24 de agosto de 2008

Culpable por omisión

David sale de su casa y comienza a ver el sol asomarse por la montaña del frente, mientras baja del morro recuerda pedirle al Cristo rey que lo proteja y que sea consecuente con su ademán abrazador, para que por fin abrace a esta maldita ciudad; coge el bus de siempre, 289, ése lo acerca al mejor universo, al del conocimiento académico y cultural, al de la recreación, el deporte y la pluralidad, en el que se siente a gusto y día a día se construye como mejor ser humano y mejor ciudadano; pero a la vez siente el peso de ser un simple espectador de su sociedad agonizante y uno más para la suma de los miles de culpables por omisión.
Por eso hoy, para aliviar el peso de la culpa, al igual que todos los martes en la mañana se reúne con cuatro más de los culpables, a debatir problemáticas actuales de la sociedad colombiana y buscarles soluciones, tienen claro que la educación es la solución, pero una educación que procure ser objetiva y para esto autónoma, que ayude a construir memoria histórica y cultura política en los jóvenes y así lograr una mejor sociedad. Hoy no es un martes común, hoy no es un martes de debate, hoy es un martes para educar por medio del arte, de la creatividad; por fin esa pared estará a disposición de la razón y será visualmente atractiva para que los transeúntes razonen, se eduquen y despierten del letargo colectivo.
Son las dos de la tarde y los colores ya se tomaron la pared, aun no deciden la frase apropiada, pero saben que el rap social será el autor de las letras a manera de agradecimiento, ya que él ha sido el compañero para la formación de la conciencia social de los cinco; luego de meditarlo deciden que Nach Scratch sería el apropiado para la ocasión: “Esclavos del destino, así vivimos, nos imponen las normas y jamás nos resistimos. Los jefes del presidente dictan el presente ¿crees que quien gobierna realmente no te miente?; esclavos del destino, así morimos, nos tratan como escoria y sin fuerzas nos rendimos. Los jefes del presidente dictan el presente ¿crees que no controlan también tu mente?... ¡soldados, no dejéis que el futuro os esclavice; luchad, luchad por la libertad!”
Con la frase de su canción preferida en el muro soñado, David se va feliz para su casa, con la luna a sus espaldas y con los hombros más livianos que esta mañana; sabe que muchos de los estudiantes se detendrán a leer y lo apreciaran y sabe que cada vez serán más los inconformes con ganas de hacer algo y la lista de culpables por omisión se reducirá.

Andrea Arango Gutiérrez.

El peor de los mundos posibles

Adam Smith, en “la riqueza de las naciones”, muestra cómo la sociedad se conecta en una red perfecta, que sin proponérselo logra la riqueza de todos gracias al egoísmo y al deseo individual de bienestar; así se genera una competencia entre egoístas que logran crecer en conjunto y crear riqueza nacional, la famosa “mano invisible”. Para que esta red continúe siendo dinámica, es necesario dejarla sin obstrucciones o intervenciones, por eso “el gran enemigo del sistema de Adam Smith no era tanto el gobierno en sí como el monopolio, en cualquier forma que éste adoptase”[i]. Porque cuando en manos de una persona está la producción de un producto y no hay competencia, la empresa puede abusar del cliente aumentando o disminuyendo la calidad y precio del producto, entonces, el juez ya no es el comprador, sino el productor.

El Estado puede convertirse en un monopolizador del mercado. “Para él (Adam Smith) prácticamente toda intervención gubernamental – aparte del desempeño de funciones esenciales, tales como el mantenimiento de la ley y el orden, la administración de justicia y la defensa nacional – eran sospechosas”[ii]. Es indispensable entonces, la abstención de cualquier mano visible en la economía, y si el Estado es un posible monopolizador, debe retirarse y sólo ocuparse de determinados y específicos gastos públicos que, para Smith, son principalmente tres según el libro “Fisiocracia, Smith, Ricardo, Marx” de C. Napoleoni: En primer lugar están los gastos para la defensa, la administración de la justicia y obras e infraestructuras; segundo los gastos para la educación de la juventud y para la instrucción (religiosa) de los hombres y tercero los gastos para la dignidad del soberano. Gastos que deberán suplirse gracias al recaudo de impuestos sobre la renta principalmente y sobre el salario (según el salario del trabajador); aunque Smith aclara que los gastos de educación deben ser pagados principalmente por los interesados en recibirla.

De la teoría Smithiana, la mayoría de los estados mundiales (y en este orden mundial esta incluida Colombia) han tomado lo que les conviene y han desechado lo que no; cuando Adam Smith habla de los gastos públicos, que no son muchos, los países neo-liberales aceptan dichosos las pocas obligaciones y la libre competencia, que gracias a ésta justifican la inasistencia de las necesidades ciudadanas; “en una sociedad fundada en la libre competencia, la asistencia constituye una desviación inmoral del principio “a cada uno según sus meritos”[iii] . Pero en el tema de los monopolios, el mundo económico hace caso omiso de Smith, las grandes empresas buscan mantener el control total sobre un producto y no sólo en su país, sino también en el mundo entero, gracias a la globalización. Estas grandes empresas monopolizadoras son de carácter privado, pues ofrecen mejores y más eficientes servicios al fomentar una competitividad interna, que las empresas públicas no mantienen debido a muchos procesos oficiales que deben seguir y además no existe la presión de los jefes, ya que éstos no han invirtiendo de manera directa dinero y así también se da la corrupción.

Si el Estado pudiera administrar de manera ordenada y eficiente entraría a la competencia y así pondría garantizar el bienestar de la nación; en oposición a Smith, pienso que es necesario e indispensable que el Estado tenga el monopolio de las necesidades básicas para generar un mínimo de asistencia que dignifique a las personas que no pueden comprar salud, educación o servicios públicos. El nuevo orden global pretende privatizar todos los modos de producciones de bienes y servicios; ya son los estados los que deben ser atractivos para la inversión y así disminuyen los impuestos, cuando deberían ser los grandes monopolios los que se acoplen a las reglas arancelarias establecidas por un país.

Entre Adam Smith, el santo patrono de la economía y del capitalismo, y el sistema político-económico predominante en Colombia: el neo-liberalismo o liberalismo económico existió algún día el verdadero “mejor de los mundos posibles”: el Estado de bienestar o Estado asistencial: “En realidad, lo que distingue al Estado asistencial de otros tipos de Estado no es tanto la intervención directa de la estructuras públicas para mejorar el nivel de vida de la población, sino más bien el hecho de que tal acción es reivindicada por los ciudadanos como un derecho”[iv].

Andrea Arango Gutiérrez.

[i] Heilbroner, Robert, “Vida y doctrina de los grandes economistas”. Pág. 92.
[ii] William J. Barber, “Historia del pensamiento económico”. Pág. 52.
[iii] Bobbio, Matteucci, Pasquino, “Diccionario de política”. Gloria Regonni, “Estado de bienestar”. Pág. 552.
[iv] Bobbio, Matteuccio, Pasquino, “Diccionario de política”. Gloria Regonni, “Estado de bienestar”. Pág. 551.

Te callas o te callan


Nuestro hecho no sucedió en una noche oscura y fría. No, por el contrario, el asesinato ocurrió en un día cálido, con un sol nauseabundo, de esos que sólo dan ganas de tirarse a una piscina.

Héctor pasaba frente a muchas personas despertando diferentes reacciones. A veces, la genete se le acercaba, le pedían autógrafos o citas. Se tomaban fotos con él y le recordaban lo buen escritor que era. Para otras personas era un Don Nadie más que transitaba por las calles de Medellín, un sujeto que quizá ni sabría a donde ir. ¡Ja! Cómo se nota que no leían los periódicos.

Sin importar quiénes lo conocieran, qiuenes lo admiraran e incluso, quienes lo odiaran, Héctor seguía escribiendo con un estilo imperante, que no conocía miedos ni fronteras distintas a las que le dictaminaba su ética y su profesión. Día a día buscaba textos, artículos, conocimientos que validaran o destruyeran sus columnas. Era un verdadero ratón de biblioteca, se le podría ver muy seguido en la Piloto y en cuanto lugar existiese un libro. Siempre estaba pendiente de la actualidad, sin dejar pasar ningún hecho importante que fuera vital para la vida de los ciudadanos que vivían en su mismo país.

Así transcurría su vida de relator de la verdad, relativamente tranquila, exceptuando las rabias que le producía ver cómo se iba pudriendo poco a poco el Estado colombiano. Lo único que calmaba su ira era saber que no todos eran así y que él no sería otro más de los culpables por omisión.

Pero como nada bueno dura, Héctor no podía vivir mucho. Sus contradicciones constantes en contra del gobierno y de algunos gobernantes (de mucho poder por cierto) hicieron que su pluma dejara de escribir pero nunca lograron callar su voz de protesta y sus gritos de inconformismo.

Esta es una historia que ha salido enteramente de mi imaginación; pero tristemente, se ha visto más de un centenar de veces en Colombia, país de la "libertad de prensa y de la opinión".

Por Maria Clara Calle.

sábado, 23 de agosto de 2008

Tiempo al tiempo

Ya no tenemos tiempo ni para comer despacio. Hablamos con tal rapidez que nuestras palabras ni se entienden. No hay tiempo para leer ni para malgastar. Pero, ¿qué puede significar malgastar en este contexto? ¿Acaso se puede perder tiempo aprendiendo a vivir o relacionándose con los demás o saludando al vecino? La respuesta es sí.

Hoy en día el tiempo es malgastado cuando, como la palabra lo dice, se malgasta, se pierde la posibilidad de producir dinero. Todo se mueve, tristemente, entorno a la plata. Si trabajas cuatro horas y duermes otras cuatro ganas mucha más plata que si durmieras las ocho horas completas, no importa que ahí se vea afectado tu cuerpo, tu mente y tu estado emocional. Y es que las personas ya se mueven al vaivén de un minutero, esperando que cada segundo se convierta en una posibilidad de avanzar económicamente. Da tristeza sentirse estresado por no saber la hora o por volverse adicto a un reloj.

Irónico tener relojes de arena cuando se dice que el tiempo es oro, más irónico aún que nos confiemos de un aparato que cada vez que lo miramos nos dice una cosa distinta. Preocupante que los niños ya tengan cada vez menos tiempo para vivir y se suiciden cada vez más jóvenes. Y es que antes sólo había libros y conocimiento, ahora, que la tecnología nos permite hacer con ella lo que queramos, sólo aprendemos a malgastarla, con nuestro tiempo, nuestra inteligencia y nuestra capacidad de ser seres humanos incluidos.