viernes, 25 de septiembre de 2009

Ingredientes de un noviazgo

Por Maria Clara Calle.

Siempre he tenido ciertas adicciones. Morder a mi novio es una de ellas, porque me gusta verle la cara de susto que le da cuando me acerco muy rápidamente.

Hace unos días estábamos los dos caminando por la universidad. Mientras yo intentaba morder su brazo, poniéndolo a la altura de mi boca, se nos acercó un señor. Mi novio y yo pensamos que nos iba a preguntar dónde quedaba algún bloque, debido a su traje de paño azul oscuro, su pelo canoso y el maletín que cargaba en su mano.

Cuando él estuvo más cerca, fue metiendo su mano derecha en el bosillo izquierdo de su pantalón y nos dijo:

-Aquí tengo sal y pimienta.

sábado, 19 de septiembre de 2009

Vaya pagando

Por Maria Clara Calle.

"Aquí, por donde
uno voltea, es plata".
Desplazado de Dabeiba en Medellín

Cuando mi mamá y mi papá me decían que a nadie se le negaba un vaso de agua, creí que era en serio.

Después de muchas vueltas, muchas llamadas y de que todos dijeran que no, mi novio y yo terminamos yendo solos al Tíbiri. Siempre sentí que ese lugar no estaba contaminado por lo de afuera. Mientras yo bailaba salsa, el mundo se iba para otra parte. Ayer me di cuenta de lo boba que soy.

Mi novio no podía tomar una sola gota de licor, por unos medicamentos que se ha estado tomando. Yo, con cada trago de cerveza, hago un intento para que me pase por la garganta. Pero uno hace el esfuerzo, al fin y al cabo quería bailar algunas canciones con Juan.

Llegamos a alguna hora de la noche. Yo pedí una cerveza y luego de tenerla en la mesa, nos dimos cuenta que vendían Quatro, la bebida preferida de Juan. "Señor... señor". Alzada de mano, intento de llamada. Él mira y hace un gesto con los cinco dedos de la mano. Se va a atender la mesa del lado, la que tiene tres gordos con cadenas de oro que apenas se están sentando.

El señor les lleva la botella de ron a los tres gordos y se oculta detrás de la barra. "SEÑOR". Él menea su cabeza y se dirige a nuestra mesa. "Nos trae una Quatro por favor". Por mi parte, intento hacer que esa Costeña pase cómo sea.

Seis canciones después de haber llegado, llamo a otro mesero. Luego de esperar que atendiera a otra mesa con una de guaro, le pido un vaso de agua. "No, no te podemos dar nada. El consumo mínimo son dos cervezas", y se va. Nos faltaba una compra de mil pesos para ajustar el "consumo mínimo" que me acreditaba a pedir un vaso de agua.

La canción de ese momento, todavía no se ha terminado y el mismo mesero vuelve a nuestra mesa. "Eso es que se arrepintió y me lo va a traer", pensé.

-Mirá, lo que pasa es que necesitamos la mesa.
- ¡¿Cómo así que necesitan la mesa?!
-Sí, es que hay mucha gente.
- Señor, nosotros estamos consumiendo - no sé cómo hice para que las palabras me salieran- Que pena con usted, pero yo no me voy a para.
-...
El señor se va de la mesa.

Juan me pregunta qué hacemos. "Nos vamos cuando queramos".

Me digo que compramos otra Quatro, cumplimos con el "consumo mínimo" y nos quedamos en la mesa haciéndoles perder plata.

Juan y yo intentamos bailar para que mi rabia se calme. Los pies, los mismos que hace 1 canción me respondieron tan bien, no coordinaron con el ritmo de la música. Ya no quiero bailar en ese lugar. Ya no es la burbuja del mundo, entendí que el Tíbiri es sólo un bar donde lo único que importa es la plata, como en todo.

La indignación y la rabia le pudieron a mi orgullo y a mis ganas de hacerles perder clientes. No fui capaz de bailar ni durante un minuto seguido. "Juan... me quiero ir".

Mi último acto antes de jurarme no volver, fue ir donde el mesero del vaso de agua, el que me pidió la mesa. Unas palmaditas en el hombro izquierdo y unas cuantas palabras: "Amigo, muchas gracias por ese servicio".

Todavía pienso que lo de no negar un vaso de agua, va en serio.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Comprensión

Te veo y te conozco en la luz, te toco y te reconozco en la oscurridad, te siento y mi alma pierde su melancolía, te oigo y mi oído recupera su melodía, te esucho y recuerdo... que detrás de cada palabra se esconde una mentira.

Andrea Arango Gutiérrez.