viernes, 27 de marzo de 2009

Bailadores de sueños

La noche, la tan esperada noche, por fin está comenzando. El Tíbiri abre sus puertas para todos los soñadores que quieren apartarse de esa ciudad de muertos, de engaños, de corrupción y de atropellos que es Medellín. El único trueque que se hace aquí es vidas amargas por sonrisas y de historias trágicas por una noche de baile. Nada más.

En cada una de las vigas que sostiene el techo del Tíbiri hay un piano dibujado que le da ese "toque salsudo" del que habla Alberto: el flaco, el bailador. Una oscuridad que se rompe con las tenues luces del lugar: una verde y otra roja -para contrastar-. Éstas, de manera casi imperceptible, caen sobre las mesas y las sillas blancas que se ven más vacías entre más personas lleguen. La noche avanza pero el Tíbiri pasa inadvertido porque aquí el tiempo pasa bailando.

Sólo se ven caras de alegría, ojos que siguen con cautela cada paso de los bailadores; un hombre que saca a una mujer sin conocer siquiera su nombre. La salsa se convierte en el común de todos los visitantes. Al momento de bailar, no importa si se es 20 años mayor que su pareja, si los bailarines se conocen o si sus vidas están atravesadas por la misma desgracia. La historia que cada uno lleva por fuera del Tíbiri se olvida con un "oye sonar las trompetas, oye los cueros sonar".

Pasos de todas las clases, bendiciones dadas con los pies, saltos, pisadas al ritmo de un piano y el corazón que se quiere salir. Un equipo que reproduce a todo volumen "ahí viene Richie y viene vira'o como bestia tocando un tumba'o" mientras todos se sumen en la música: los que bailan, los que ven bailar y el que toca.

En la esquina derecha un hombre está tocando las congas al mismo ritmo de la canción que se está bailando. Cada sonido de los cueros, cada palmada y cada gesto del congero es un sueño que sale a la pista para ser traducido por los pies de algún bailador.

Por fin es medianoche y Alberto pone un bombillo en el centro de la pista. Todos se sientan para disfrutar del show, los que intentarán copiar algunos pasos y los que tan sólo mirarán para deleitarse.

Alguna vez Alberto leyó que bailar es soñar con los pies y él, cada viernes en el mismo lugar y a la misma hora, comienza a soñar; cada vez más alto, cada vez más intenso frente a miles de ojos expectantes que quieren verlo bailar y soñar sin que importe quién es o de dónde viene.

Él espera entrecruzando sus pies, atento a que el equipo le de la señal de inicio. De repente, la camisa amarilla con negro, el pantalón de paño y los zapatos de charol que tiene se comienzan a mover.

Sólo oye la música y con la entrada del bongó, el ritmo de su corazón se empieza a dividir en cuartros. Cada tecla del piano y cada sonido de la caja marcan sus pasos. Su respiración va al ritmo del timbal mientras la voz de Ismael Rivera se le mete bien adentro para cantarle "las tumbas son pa' los muertos y de muerto no tengo na'".

"No tengo nada de muerto", canta una y otra vez con toda la potencia que su caja torácica y su voz alcanzan. Lo repite hasta creérselo, hasta olvidar que el mundo de afuera le quitó a todas las personas que quería. En las balaceras cotidianas de la ciudad, fueron cayendo cada uno de sus familiares, desde el más pequeño hasta el más viejo. Pero todo se puede superar mientras haya un equipo que pueda reproducirle "oye, yo quiero que tu muevas esa cadera como si fueses una fiera".

El show termina y Alberto pasa con un sombrero recogiendo lo que le quieran dar, porque ni en Medellín ni en otra parte del mundo se vive y se come de los sueños (por más que se quiera). Se apaga el bombillo y la pista vuelve a estar inundada de bailadores: unos profesionales, otros aficionados y algunos principiantes.

Pero la rumba no acaba con el apagón de las tenues luces del Tíbiri. La música sigue con su misma alegría y su mismo sabor; lo único que se necesita es un rumbero para volver a comenzar algo que nunca terminó y que nunca va a terminar.

Por Maria Clara Calle.

Ciencia y Religión

La importancia de la ciencia en la cultura se puede visualizar contundentemente. En una primera instancia, en el renacimiento, se rompe con la visión medieval del mundo, que a través de Dios se le presentaba al hombre, sólo para contemplar las cosas, la actitud frente a un bosque era de recogimiento y agradecimiento a Dios; pero gracias a la duda metódica de Descartes (1596 – 1650), el hombre comienza a observar, investigar, indagar y transformar las cosas, convirtiéndolas en objetos y él en sujeto, ya el mundo no se le presenta gracias a una divinidad, sino que él lo representa. El papel pasivo que la religión le imprime al hombre queda de lado y ahora el sujeto puede decidir ser activo con su entorno y transformar su mundo, talar un bosque y elaborar una silla o un escritorio.
Y en segunda instancia con la teoría de la evolución y la elección racional de Charles Darwin, quién nació hace 200 años, el 12 de febrero de 1809. Habla de la transformación de las especies a lo largo de sucesivas generaciones y del apareamiento en busca de los mejores genes que puedan perpetuar la especie. La teoría científica ha permitido una vez más emancipar al hombre de la religión y esta vez desprenderse del mito de Adán y Eva.
Como toda teoría científica tiene cabida a la refutación o crítica, porque si no dejaría de ser científica. Que vengamos de los primates nos causa miles de dudas, porque bien sabemos que sólo el hombre tiene la capacidad de hacer mal o bien, en la cantidad deseada; un animal, aunque tenga rasgos muy similares a los nuestros no es capaz de conspirar para hacer daños de grandes magnitudes o de asociarse para planear el bien mundial; no tienen rasgos morales ni idioma. Las palabras y los valores son lo que nos diferencia.
En todo caso ha sido positivo que el hombre pueda tener explicaciones científicas a sus dudas y no religiosas. Claro que si el alma busca la espiritualidad, ahora el ser humano es libre de tenerla o no y de la manera que desee, ya no como se le impongan.
Andrea Arango Gutiérrez.

sábado, 21 de marzo de 2009

De igual a igual

Las bolas plateadas cuelgan en el techo con sus destellos que viven por sí solos mientras las personas tararean al ritmo de la canción que el equipo tiene atrapada.

Estoy en San Marcos, un restaurante-bar para todo aquel que tiene gustos sexuales distintos a los que marcan la costumbre. Allí, los hombres se besan con los hombres y las mujeres con sus iguales. A medida que pasa la noche se ve uno que otro hombre que aparenta ser mujer, pero en realidad no son muchos. Ni los camareros, ni la chef, ni los visitantes gritan y salen corriendo despavoridos al ver una caricia entre personas del mismo sexo.

Santiago hace pausas al cantar Lady, Lady, Lady se pinta los ojos de azul para contarme que estos sitios brindan un espacio donde se sienten libres, sin los maltratos verbales y físicos de algunas personas. Aquí, un beso es un beso y no un acto "asqueroso", como dicen muchos heterosexuales.

El irrespeto de la sociedad ha hecho que alguna parte de la población LGTB (lesbianas, gays, transexuales y bisexuales) tenga que ir a esos sitios para poder demostrar el afecto que sienten por su pareja. Allí, las muestras de amor salen como si hubieran estado encadenadas por mucho tiempo y por fin han encontrado su libertad.

Hay quienes piensan que estos lugares aportan a la segregación de dicho sector, pero es el mismo trato que se les ha dado a los homosexuales el que hace que estas discotecas tengan que existir. Por una parte, es necesario respetar que dos hombres o dos mujeres se besen donde quieran hacerlo y que amen a quien gusten. Pero también es importante que ningún gay, lesbiana, bisexual o transexual se esconda y tema por tener gustos diferentes.

Que existan La Cantina de Javi, Rainbow, O, San Marcos, Tere, VIVA, Azúcar, la calle del chochal y cuantos lugares se quieran, pero que además de visitar estos sitios, todos los homosexuales puedan ir a comer o a bailar donde gusten con toda la tranquilidad del mundo.

Por Maria Clara Calle.

viernes, 20 de marzo de 2009

Un 'NO' a las mutilaciones de hijos

Éste es un hijo poco común porque más que con las entrañas nace con la mente.

Es una idea que se va desarrollando y que con el tiempo y el trabajo va creciendo, cada aporte nuevo lo hace más grande. Hasta que por fin nace y la celebración de su primer día de vida se hace frente a miles de ojos llenos de expectativa que lo contemplan para aprobarlo o rechazarlo.

Así es un escrito. Es algo que nace por apasionarse con algún tema y que va evolucionando con cada palabra que adquiere. Escribir y el resultado que se obtenga es parecido a tener un hijo y mostrárselo al mundo.

Cada texto y cada idea responde a una manera de ser de quien escribe, a un sentimiento y a un conjunto de vivencias que hace que exista un estilo por persona. Al parecer hay algunos editores que no entienden esto y hacen de ese "hijo" lo que quieran: le cambia la vestimenta, el pensamiento, el peinado, el nombre y todo eso se convierte en un acto de mutilación.

Obviamente cada escrito debe pasar por una revisión y por miles y miles de críticas pero jamás debe ser cambiado en su esencia, a menos que su escritor lo quiera así. Para fortuna de todos los que escriben, hay editores que entienden esta idea.

Claro está, no todas las babosadas que uno escribe deben llamarse 'hijos'. Éste título sólo lo deben llevar los que verdaderamente atrapan, deleitan y gustan a su progenitor.

Este texto va en contra de los mutiladores (mal llamados editores) y a favor de los espacios que se tienen -como un blog- para escribir sin regulaciones de espacio o tiempo, sin sujetos que pretendan cambiarle hasta el título o las descripciones.

POR UN NO ROTUNDO A LAS MUTILACIONES DE TODOS LOS HIJOS Y DE TODOS LOS ESCRITOS.

Por Maria Clara Calle.

viernes, 6 de marzo de 2009

Calles temerosas

Hay quienes dicen que es por el control de los expendio de drogas, otros aseguran que son los paras, unos que las Águila Negras o hasta las AUC. Pero nada se sabe con certeza.

Que están matando gente, que muchachas descuartizadas, que eso es para frenar la prostitución; aunque de ahí nada pasa, todo se reduce a los rumores y a los miedos.

En Medellín está pasando algo. ¿Qué precisamente? Pues eso es lo que no se sabe. Hay volantes circulando por toda la ciudad predicando que estar en las calles después de las 10 de la noche es un tiquete seguro a la muerte, porque "ya (las prostitutas) no van a contagiar de sida a nadie más, solamente a los gusanos", como dice una de las boletas. La cosa es que las muertes de mujeres que antes se cometían -y que aún se cometen- ya son conocidas por la gente, no sin antes asociarlo con el famoso 'boleteo'. Pero si esa mismo asesinato hubiera ocurrido varios meses atrás, con seguridad los paisas no lo estarían comentando.

La intención es generar temor. ¿Para qué? Otro interrogante en la larga lista de dudas que seguramente quedarán inconclusas o que alguna mente podrá imaginar.

El miedo es la clave de la amedrentación y es así como todos los medellinenses lo están pensando dos veces antes de llegar tarde a sus casas. Amedrentar, intimidar, preocupar, alimentar la duda, esas son las verdaderas estrategias.

No se puede preguntar si Medellín se va a volver a 'dañar', porque nunca se ha arreglado. Las cosas, del 90 para acá han cambiado, y sí que lo han hecho. Ya no ponen bombas por doquier y la tasa de asesinatos ha bajado. Pero los asesinatos en cadena e indiscriminados, las violaciones, los robos y las torturas siguen su curso y nunca lo han dejado de hacer. Los grupos que se creen Estado y que por la misma debilidad de las instituciones hacen lo que quieran, esos mismos que llevan por eufemismo bandas emergentes, aún están latentes en todo Medelllín.

Las muertes que se han conocido debido al temor generado por dichos volantes, puede ser bien un vil asesinato como los que se han cometido durante tanto tiempo o porque quien hizo ese papel de verdad está actuando.

No digo nada más porque no hay nada más por decir. Aunque haya mucho por responder, no hay manera de hacerlo. Sólo espero que después del BID CII 2009 Medellín la tan aclamada seguridad policíaca de la ciudad no desaparezca, no vaya a ser que los policías y militares también tengan que estar en casa antes de las 10.

Por Maria Clara Calle.

Caperucita roja

(Este es un corto escrito, escrito a muchas manos: las de Julio Londoño, Lucas Vargas y Sierra, Juan David Ortiz, Sebastián Villa y yo. Un invento forzado en clase).

Era imposible no acudir a la cita. El lugar: El Bosque, once de la noche. Espectáculo Escarlata. Bajo el rojo de las luces el rojo del satín, y bajo el satín, el blanco de la piel.

Mujer maleva, maleada al frío metal de una barra. Ayer era otra, con otro nombre, otro disfraz. De Blanca Nieves a Cenicienta, de Rapunzel a Campanita. Hoy entra en mi cuento.

Veinte pares de ojos hambrientos conteniendo ansias descarnadas. Los villanos esperaban, pero ella sólo salió para mí. ¿Cómo sabes Caperuza que el rojo es mi color favorito?

¿Podrías cambiar el frío escenario por el candor de mi lecho? Solos los dos para arrancarte la ropa y devorarte entera. Besarte las entrañas, romperte los sueños.

Se apagan las luces y se calla la música. Una banda sonora "Canción animal".

...Cambiaste mi cuento. Esta vez tomaste el camino más corto...

Por Maria Clara Calle.