martes, 23 de septiembre de 2008

La academia y la seguridad democrática

Se va a acabar el gobierno de la seguridad democrática con el saldo más grande de desplazamiento, y vamos a decir que fue que no nos dimos cuenta de cómo se llenaron los semáforos de seres humanos mendigando para sobrevivir, seres que ayer tuvieron tierra y pan. Es paradójico ver un plan de seguridad que pretende terminar con las FARC para dejar al campesino tranquilo y permitir su desarrollo, pero vemos todos los días nuevos vecinos en el semáforo y nuevas palmas de aceite ocupando el campo.

Seremos los ciegos que no quisimos ver. Porque aunque es cierto que el gobierno nos tiene en un letargo con sus golpes contundentes a las FARC, también es evidente que la tierra del campesinado va pasando a manos de grandes empresarios para le siembra de biocombustibles, que lograrán mover a un mundo petrolizado que se ha quedado sin el crudo; cuando debería, la tierra, estar sembrada con alimentos para calmar el hambre del mendigo, del barrio, de la nación, del continente, del mundo…

Estamos peor que los alemanes luego del holocausto, sin tener aparente idea de lo que hacían con los judíos durante el régimen, nunca se cuestionaron sobre lo obvio; por lo menos ellos no veían en directo los atropellos al ser humano, a ellos sí se les escondió la realidad más directa; acá vemos todo, día y noche, y seguimos pretendiendo vivir como si no pasara nada, con una sonrisa emprendedora que dice adelante presidente, porque los buenos somos más.

Entre más conocemos del tema, más culpables deberíamos sentirnos. Desde la academia, en las áreas de ciencias sociales y humanas sobretodo, somos los grandes, los campeones, los CULPABLES POR OMISION (así, en mayúsculas); porque son éstos, los temas de la sociedad colombiana, los que desentrañamos día a día, y seguimos como si nada mirando para el paramo. No sé con qué cara miraremos a las generaciones siguientes cuando se acabe toda esta vergüenza de seguridad democrática, no sé cómo vamos a responderles cuando nos pregunten ¿y vos que hiciste?

Andrea Arango Gutiérrez

jueves, 18 de septiembre de 2008

Tras las líneas

Hoy no les mostraré una joya escrita. Sólo quiero que mi lapicero caiga sobre la hoja en blanco y que los ríos de tinta corran por sus mentes, si no es mucho pedir.

Quiero escribir, aún sabiendo que no lo hago muy bien, como quien tienen poder y no sabe qué hacer con él. No sé si vender, corromper o desperdiciar mi escritura.
Quiero contar hasta diez y darle espacio a las ideas para que se organicen, aunque quizá dar tiempo al pensamiento y al intelecto no sea muy conveniente.

Lo mejor será actuar rápido, como un dirigente al momento de ejercer su cargo. Con afanes, presiones y desorden para que nadie se de cuenta de qué es lo que verdaderamente está pasando.

Será mejor esconder mi pensamiento tras las letras, mediar la verdad (palabras bastante complejas), para que ustedes no descubran lo que quiero decir.
Siento tener que hacerlo, pero mi derecho a la libre expresión teme correr por el miedo de ser ajusticiado, y más aún si esa justicia recae en un ciego armado y motorizado.Si esto está así, no quiero ni imaginar qué haríamos sin esta Política de Seguridad Democrática. No me cabe en la cabeza cómo fue Colombia durante la República, sin la Cohesión social que existe en este momento. ¿Cómo hicieron los que se liberaron para impartir una Política Cultural si ellos no tenían Confianza inverisionista?

Todo es un enredo díficil de comprender. Mi conciencia social no da para tanto, no sé si las de ustedes podrán. A lo mejor terminaremos olvidando todo esto, como lo hemos venido haciendo desde que nacimos.

Por Maria Clara Calle Aguirre. Desde la Gran Colombia o desde la Patria Boba, como lo quieran llamar.

domingo, 14 de septiembre de 2008

La dificultad de lo correcto

"Fuera de los cuerpos, y por tanto libres de hacer lo que quieran, sobre todo el mal, que como es de conocimiento general, siempre ha sido lo más fácil de hacer". José Saramago. Ensayo sobre la ceguera. Página 93.
Siempre se ha necesitado de mucha valentía, inteligencia y constancia para hacer las cosas que, por concepto general, son buenas. Es mucho más díficil emprender hacia la dirección de lo correcto -término bastante subjetivo- que tomar el camino fácil.
Un gobernante requiere menos capacidad para robar, mentir y mandar a matar que para repartir equitativamente los bienes públicos, para sostener, sin valerse de mentiras, el honor del pueblo o para ejercer el cargo como debiera. Pero no por eso el pueblo debe callarse y hacerse el de la vista gorda frente a todo acto corrupto, aunque claro está que en muchas ocasiones no es que la gente no quiera ver sino que no se lo permiten, tanto los medios como los mandatarios.
Jaime Garzón en alguna ocasión explicó de manera resumida y clara lo que, en teoría, es la democracia. Para esto hizo una apología con el manejo de una finca cualquiera. Supóngase que un sujeto, llamado Ciudadano, tenía un pedazo de tierra a la cual puso Colombia. Para mantener su finquita necesitaba de un buen mayordomo que la cuidara, la retocara, la pusiera a producir y manejara la platica que la finca le dejaba en ganacias. Por el deber que la finca acarreaba necesitaba de una persona que tuviera las condiciones para gobernala de la manera correcta, para elegir a esa persona buscaba a varios candidatos, ya fuera Carlos o César Gaviria o Álvaro Uribe o Ingrid Betancur. El nombre era de lo menos, mientras que esa persona le respondiera por su pedazo de tierra no importaba quién fuese. Cuando ya tenía a su candidato lo posesionaba como el mayordomo oficial de Colombia (recuerden que así se llamaba la finca). Si los huevos que la gallinas ponían se seguían vendiendo, si la carne del cerdo y de la vaca seguían intercambiándose con otras fincas y si el huerto seguía cosechando, pues debería verse el resultado en mejorías para sus trabajadores, Ciudadano debería seguir recibiendo dinero y debería notarse la inversión política, económica y social en la finca. Si esto no funcionaba, la culpa era del mayordomo, por lo que el dueño de la finca -el ciudadano- tenía todo el derecho de quitarle el mandato.
Así es como funciona la democracia, en teoría claro está. Porque donde así fuese en la práctica habría muchos más sindicatos, los periodistas podrían investigar y mostrar a la luz pública la realidad sin temor a morir, se respetarían las ideas de los partidos de oposición sin necesidad de ser ridiculizadas o escondidas. Mejor dicho, si la democracia se practicara -verdaderamente- en Colombia, esto sería un paraíso. No tendríamos gobernantes 'paracos' ni guerrilleros, podrían existir los campesinos sin temor a ser asesinados por militares debido a "presuntos vínculos con las FARC" (como le fascina llamarlo a la prensa). Esa mayoría de colombianos que están en la miseria o en la pobreza tendrían acceso a la educación y a la alimentación que, supuestamente, es de todos.
Pero como es saber del pueblo, las cosas NO SON ASÍ. Cada colombiano debería expresarse, pues como dice Saramago en otro aparte de Ensayo sobre la ceguera "La voz es la vista de quien no ve". En este país sí que es válida esa afirmación, con todo lo que los medios, aliados con los gobernantes, nos ocultan. La voz del pueblo debería pronunciarse de tal manera que fuera imposible de callar u olvidar.
Es un dolor y una agonía constante saber que cientos de niños mueren de inanición, y no sólo en las selvas o en los pueblos más recónditos, no. La desfachatez de nuestros altos mandatarios es tal que ha permitido que este flagelo y muchos otros más se hayan reproducido hasta afectar a las grandes ciudades, donde se supone que un país centralista (como lo es Colombia) debería tener más desarrollo. Duele saber que verdaderamente es posible que una persona se muera en las puertas de un entidad de salud "pública" por el simple hecho de no estar a paz y salvo con la cuenta con la cual paga su derecho.Irónico. ¿Qué clase de médico hay que ser para permitir esto? Pues se tiene que estar en el mismo grado de podredumbre del mandatario que sabe la realidad de su país y no hace nada. Simple y sencillamente porque es más fácil robar que gobernar, aunque a simple vista parezcan sinónimos.
Por Maria Clara Calle A.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Con el tono perfecto

Una de las verdades más ciertas (valga la redundancia) que he oído me la proporcionó una canción que afirmaba: “Todo pasa y todo queda”, Que afirmación tan severa, tan compleja y a la vez tan tonta y tan simple.

En realidad todo pasa, “todo tiene su final, nada dura para siempre”, como diría el gran Lavoe. Todo se tiene que acabar, todo. La felicidad, la dificultad, la amargura, el amor, los viajes, la euforia, todo tiene que acabarse, o no precisamente acabarse sino pasar a otro plano, al de los recuerdos. Es allí donde todo queda.

Los momentos pueden ser pasajeros, pero lo que nos queda de ellos perdurará para siempre, así sea en la memoria, de manera intangible y sin espacio a las modificaciones, pero quedará vivo en el recuerdo.

Hay muchas maneras de hacer gritar ese pasado, de rememorarlo, de traerlo a la vida. Unos lo hacen llorando, otros lo escriben y algunos pocos logran acompañarlos tonos precisos para poderse expresar. Los verdaderos músicos son magos del tiempo y de la vida, porque son capaces de poner en 3, 4 ó 10 minutos lo que les ha pasado en años.

La música no tiene discriminación alguna con sus diferentes ritmos. Los magos del arte han hecho cambiar algunas cosas y a algunas personas desde la salsa, la balada hasta el rock y el rap. He de detenerme en este último. El “R de revolución, A de actitud, P de poesía”, como lo definiría Nach Scratch, es un ritmo incomparable, que más que un ritmo es una melodía que se adapta a las inconformidades o a las desgracias o a la felicidad para mover a centenares de personas para poner sus mentes a pensar y a reflexionar.

Música: Dolor del alma y alegría de la vida. ¿Cómo hace para tener siempre el tono perfecto al hablarnos?

Aún no defino si son los sentimientos los que se acoplan a cada canción, o si es que hay una canción para cada sentimiento.

La música es buena para bailar, para saltar, para gritar, para oír, para cantar, para tararear, para silbar, para leer, para analizar, para llorar y para reír. Es buena para infinidades de cosas y en todo, a excepción de la lectura y el análisis, es la mejor. Pues cada cosa que hace, la hace con tanta delicadeza que nos eriza la piel y con tanta sutileza que no nos damos cuenta cómo ni cuándo entra a nuestras vidas, simplemente sabemos que ya entró en el momento de sentirla latente.

Y es que siempre llega con el tono perfecto, en el momento perfecto.

Por Maria Clara Calle Aguirre.