viernes, 20 de noviembre de 2009

Una célula revolucionaria

Hubo alguna vez un joven con una célula revolucionaria al lado izquierdo, más izquierdo de su pecho, más de lo normal, que sonaba pum-pum, pum-pum, pum…pum, pum-pum, pum-pum, pum…pum. De vez en mes se aceleraba aquél arrítmico sonido, cada que corría en alguna huida: en la noche luego de llenar paredes de afiches, con harina disuelta en agua hervida o en las tardes después de lanzar pesados móviles a policivos seres.

Desde los 17 leía a Marx y a Nietzsche, a los 21 más a Lenin que a Mao. La economía le permitía a aquel joven entender su entorno y la poesía liberarse de él. Prefería el sonido sereno de su célula, la cabeza fría y los pies sobre la tierra; pero el pueblo a veces necesita de acelerados latidos.

Pese a las necesidades populares y a las críticas de sus compañeros, nuestro joven amaba los placeres burgueses; el vino, la poesía, la literatura francesa y la música clásica, especialmente a Mozart. Todas las noches, antes de apagar la luz, practicaba yoga acompañada de su música, leía un poco de Rojo y Negro de Stendhal (aunque sabía que Marx prefería Balzac, él no cambiaba por nadie a Flaubert) y arreglaba las cosas meticulosamente para el día siguiente.


Tal vez sea demasiado hablar de aquella célula. Una vez, su arrítmica rutina cambió de una forma especial cuando la vio. Ella era la más bella entre todas las mujeres, la única, singular, la más leída e inteligente y con una armoniosa célula del lado izquierdo de su pecho, como comúnmente está.

Ella prefería un sereno ritmo siempre, y de vez en mes quería que la serenidad continuara. Desde entonces el joven que hubo una vez, dejo de ser. Ahora los dos preferían las poesías, el vino, la literatura y por supuesto el amor, el eterno e idílico amor; una entrega total al egoísmo mutuo y a la armonía constante.

De su célula revolucionaria quedó poco, pero ella seguía al lado izquierdo de su pecho. Comprendió que el pueblo no necesitaba salvadores sino educadores y que los salvadores tienen más egocentrismo que amor por un mejor futuro.



Andrea Arango Gutiérrez.

3 comentarios:

Mujer Rastrillo! dijo...

Es demasiado hermoso y demasiado cierto, es puro sentimiento :)

De voz, para vos dijo...

Sí nena, así percibo las cuestiones.
Y te cuento algo: inspiradísima en mi padre y pues ahí esta él en la pic. :D

Unknown dijo...

GENIAL.

Da mucha alegría que una amiga después de tantos años te reciba inesperadamente con un relato como el que acabo de leer!

Tremendo!!!!

mucha fuerza y adelante Andre, este es lo que necesita colombia.