viernes, 12 de junio de 2009

Unos y otros

El enemigo político no necesita ser moralmente malo, ni
estéticamente feo… Simplemente es el otro, el extraño, y para
determinar su esencia basta con que sea existencialmente
distinto y extraño en un sentido particularmente intensivo.
Carl Schmitt
En tiempo de guerra la sociedad suele polarizarse. Unos dicen ser los portadores de la verdad y por ello tener la capacidad de guía correctamente al pueblo; desprecian a los potros generando intolerancia por medio de sentimientos y pasiones en su contra. Entre los unos y el pueblo existen canales que conducen la verdad; la iglesia y la prensa son siempre portadores de verdades.
En la Francia de finales del siglo XIX el nacionalismo antisemita de derecha encontró a un militar judío como culpable de las desgracias de toda la nación. Por medio de la prensa se logró unificar la opinión pública en el señalamiento de uno; en medio de la uniformidad existen páginas libres en el periódico que abren el debate, en donde la izquierda socialista puede asentar su voz de disentimiento defendiendo la expresión de justicia por medio del derecho y finalmente se encuentra el verdadero culpable y se absuelve al judío.
En la Antioquia de Don Tomás Carrasquilla, retratada en Luterito, el patriotismo es apoyado por la iglesia, y ésta intermediaria entre la verdad y el pueblo. La iglesia se declara conservadora y genera intolerancia por los liberales que son llamados voceros de Satanás. A un sacerdote consecuente con la palabra que predica lo señalan de liberal entre los chismes del corrillo de la esquina. El odio de un pueblo vuelve a ser canalizado en una persona.
El concepto de verdad es efímero y el pueblo amorfo, el dogmatismo encarna bien en la masa.
Se apela siempre, en última instancia, a la tolerancia; pero se descuida que si en primera instancia hubiese existido una esfera pública amplia y libre en donde los intelectuales, académicos, políticos y demás hubiesen podido debatir abiertamente y el pueblo los hubiese escuchado, no sería necesario llamar a la tolerancia, porque ya habitaría entre los hombres. Cuando las verdades de los unos y los otros son entregadas de igual forma al pueblo, este tiene la ventaja de nunca uniformarse, de tener opiniones diversas y plurales en torno a un tema, disminuyendo así el poder que pueden ganar unos con el apoyo total de la masa.
Andrea Arango Gutiérrez.

2 comentarios:

Maria Clara Calle Aguirre dijo...

Y ¿qué tal si el pueblo debate también?

De voz, para vos dijo...

Poca es la virtud que encierra la masa, decía Thoreau, y no me canso de repetirlo porque cada día me convenzo más de ello. ¿Has visto cómo actúa una persona de diferente cuando está en grupo?.

Sí, aun sueño con un mundo mejor. Ya no me esperanzo en el pueblo, ese por el que unos y otros se matan y dicen alzar sus banderas, pero él ni cuenta se da, ni se pronuncia ni se ha pronunciado y por eso no espero que lo haga.

En la construcción individual, la emancipación, autonomía y autogobierno tengo aun mis esperanzas, en los intelectuales, columnistas y medios de comunicación o si no, en las paredes para elevar el nivel del debate y fomentar la auto reflexión.

Andrea Arango Gutiérrez