viernes, 21 de agosto de 2009

Exceso de morfina para un suicida

Por María Clara Calle.
"Quien tiene conciencia de su melodía profunda, no tiene necesidad de hacerle daño al otro". Mandala Africano.


Un recuerdo lo persigue pero no sabe bien cómo es. Siempre son las mismas siluetas confusas: una calle serpenteante, un sol tórrido y la sangre en manos del otro, que no sabe quién es.

Con sus audífonos en sus orejas y su walkman en la cintura, Manuel recorre todo Medellín, jugando al torero con los carros; porque para él, es más peligroso el juego de caminar. Manuel no oye los frenazos ni los gritos de los conductores iracundos que estuvieron a punto de pisarlo. Él está inmerso en su música.

Después de muchos juegos, de muchos riesgos, vuelve a su casa por las laderas empinadas. Ya es de noche y el toque de queda va a empezar. Mejor estar en el sitio al que pertenece.

-Hola. Buenas noches. ¿Cómo han estado?
-Deje esa pendejada de hablarme siempre en plural. Yo soy su mamá, no sus mamás- Dice Adela a manera de bienvenida.
-No se preocupe Adela. Eso es porque usted es muchas personas para mí.

El mismo recorrido de siempre: esquivar la cama de Adela y llegar al colchón donde él duerme. Quitarse los zapatos, pero nunca los audífonos. "Hay que evitar los problemas", dice Manuel.

Otra vez de noche, otra vez durmiendo, otra vez soñando el mismo sueño. Una calle serpenteante, un sol tórrido y la sangre en manos del otro, que no sabe quién es.

Empieza otro diá. Desde muy temprano, Manuel se va a jugar al torero.

-Adela, chao. Que les vaya bien. Me voy con Pedro.
-Mijo... A Pedro lo mataron hace dos meses.
-...
-Yo sé que es difícil, pero yo...
-No se preocupe, Adela. A mí no se me ha olvidado.

Manuel

Yo siempre caminé las calles con Pedro. Desde que éramos niños bajábamos de la loma para reconocer esa ciudad que, desde arriba, por la noche, se veía como pequeñas lucecitas.

Un día nos pasamos de nuestro sitio, de las vallas que marcan el límite de nuestro barrio con el del frente. De ahí en adelante, sólo recuerdo unas cosas: una calle serpenteante, un sol tórrido y la sangre de Pedro en manos de alguien, que no sé quién es.

Adela me dice que a mí me encontraron porque me estaban comiendo los gallinazos. Cuando desperté, ella estaba en frente y me decía "vámonos para donde un médico". Muchas drogas, muchas pastillas, muchos tratamientos para intentar saber quién era yo antes de eso.

No sé porqué, tenía un walkman en mi cintura. Una canción exactamente pausada en la frase que decía "hay cosas que no voy a olvidar. La noche que dejaste de actuar solo para darme amor (...) Personas que me quiero llevar, aromas que no voy a olvidar, silencios que prefiero callar mientras vos jugás". Mientras nosotros jugábamos a caminar por la ciudad, mientras jugábamos a ser nosotros.

2 comentarios:

Julio C. Londoño A. dijo...

Esta muy bueno, me gusta ese cambio de tercera persona a primera. Ojalá todos conociéramos la melodía profunda, deberíamos hacer una campaña pro mp3. Un saludo.

De voz, para vos dijo...

¡GENIAL!, Simplemente ¡GENIAL!... Y tambi´´en quisiera como Julio tener conciencia de mi melodia profunda.

MUA.

Andrea