viernes, 24 de octubre de 2008

Hablar para persuadir

Hablar es un discurso. Sí, así nada más. Discurso, a secas y sin ninguna otra palabra que lo embellezca.

Pero mucho cuidado, no vaya usted a creer que así de sencillo es eso del habla o más bien, del discurso. Puesto que detrás de cada palabra se esconde una intención y un razonamiento difícil de plantear.

Sin embargo, no siempre se razona ni todas las personas piensan antes de modular alguna palabra, por lo tanto no todo acto del habla se debe considerar como discurso. De quienes hablan así, sin un esquema y sin un orden de ideas, es decir, que sí dialogan pero sin ninguna pretensión, se dice que hablan a la loca, inclusive cuando la loca es uno. Pero es cierto, lo que verdaderamente están haciendo esos sujetos es hablar por hablar, sin organización ni utilización adecuada de las palabras.

A lo que me refiero es que si una persona quiere persuadir, argumentar o hacer cambiar una opinión –propósitos del discurso- se va a cuidar de las palabras que utiliza, del dónde las utiliza y de la manera cómo lo hace para darle el sentido que quiera a su habla.

Por ejemplo: siempre será menos fuerte decir daños colaterales o caído en combate que muerto, autodefensa que paramilitar, confrontación que guerra, etcétera, etcétera, etcétera.

Sin embargo no es el campo político el único ámbito en el que se presenta dicho manejo de palabras, aunque es uno de los que más necesita del discurso. También está en la moda, en la literatura, en una conversación entre amigos, en una descripción de un cuadro, en fin, el discurso está en todos los lugares y en todos los momentos, al alcance de todos, siempre y cuando se hable con un propósito. Frases como perder es ganar, Dios ama a quien da con alegría o es que no me gustan tan morenos dan cuenta de la flexibilidad de la palabra para ayudar a mejorar la percepción.

Ese recibimiento es la finalidad del habla organizada, ya que esta es un intento de convencer al receptor que lo que digo es cierto, que yo tengo la razón. Inclusive, si no la tengo pero utilizo las palabras que me creen confianza, aceptación y credibilidad dentro de quien me oye, lo lograré persuadir.

Para esto existen diversas artimañas, desde frases, sentidos, ironías hasta simples palabras como nosotros o ellos o ustedes que indudablemente marcan la diferencia.

Aunque, a primera vista, pueda parecer sencillo no hay que dejarse engañar. Esto del discurso, que es el acto de hablar pensando, cuenta con variables como el público a quien va dirigido, el contexto que tiene, el tema tratado y lo que se pretende lograr, entre muchas otras más.

Por el momento, mientras avanzamos, analicemos todos los discursos e intentemos llegar al interior para descubrir cómo nos quieren persuadir y las palabras que utilizan los que más saben del tema.

Por Maria Clara Calle Aguirre.

1 comentario:

Lucas Vargas Sierra dijo...

Mirá lo que nos dice la madre de la historia, doña Marguerite Yourcernar: "Es demasiado pronto para hablar, para escribir, para pensar quizá, y durante algún tiempo nuestro lenguaje se parecerá al tartamudeo del herido grave al que se reeduca. Aprovechemos este silencio como si fuese un aprendizaje místico."
Lo hijueputa es que escribe esa notica en un cuaderno y no vuelve a escribir durante cuatro años.