sábado, 21 de marzo de 2009

De igual a igual

Las bolas plateadas cuelgan en el techo con sus destellos que viven por sí solos mientras las personas tararean al ritmo de la canción que el equipo tiene atrapada.

Estoy en San Marcos, un restaurante-bar para todo aquel que tiene gustos sexuales distintos a los que marcan la costumbre. Allí, los hombres se besan con los hombres y las mujeres con sus iguales. A medida que pasa la noche se ve uno que otro hombre que aparenta ser mujer, pero en realidad no son muchos. Ni los camareros, ni la chef, ni los visitantes gritan y salen corriendo despavoridos al ver una caricia entre personas del mismo sexo.

Santiago hace pausas al cantar Lady, Lady, Lady se pinta los ojos de azul para contarme que estos sitios brindan un espacio donde se sienten libres, sin los maltratos verbales y físicos de algunas personas. Aquí, un beso es un beso y no un acto "asqueroso", como dicen muchos heterosexuales.

El irrespeto de la sociedad ha hecho que alguna parte de la población LGTB (lesbianas, gays, transexuales y bisexuales) tenga que ir a esos sitios para poder demostrar el afecto que sienten por su pareja. Allí, las muestras de amor salen como si hubieran estado encadenadas por mucho tiempo y por fin han encontrado su libertad.

Hay quienes piensan que estos lugares aportan a la segregación de dicho sector, pero es el mismo trato que se les ha dado a los homosexuales el que hace que estas discotecas tengan que existir. Por una parte, es necesario respetar que dos hombres o dos mujeres se besen donde quieran hacerlo y que amen a quien gusten. Pero también es importante que ningún gay, lesbiana, bisexual o transexual se esconda y tema por tener gustos diferentes.

Que existan La Cantina de Javi, Rainbow, O, San Marcos, Tere, VIVA, Azúcar, la calle del chochal y cuantos lugares se quieran, pero que además de visitar estos sitios, todos los homosexuales puedan ir a comer o a bailar donde gusten con toda la tranquilidad del mundo.

Por Maria Clara Calle.

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