viernes, 10 de julio de 2009

Doctor Alberto

Por María Clara Calle.


El pelo canoso que le llega a la mitad del cuello, el mismo pelo que hizo que Héctor Abad Faciolince le llamara "el loco". Sus manos tambaleantes por efectos de la vejez y el primer pantalón y camisa que se le atravesaron al momento de vestirse. Con sus pasos lentos y sus manos en los bolsillos, Alberto Aguirre va caminando por todo Junín hasta llegar al Astor. Allí se sienta, abre el periódico El Tiempo para enterarse de las noticias con las que amanece el país y luego pide lo de siempre: un perico y un vaso de agua al clima.

No es extraño ver a Alberto leyendo periódicos o internándose en los libros, los mismos que le quedaron después de cerrar la Librería Aguirre junto a los que ha comprado por gusto. Su tercera hija, Beatriz, la menor, me dice que a todas les tocó vender los libros. Dice todas porque Alberto y Gloria sólo tuvieron hijas: "Nosotras tuvimos que aprender francés e inglés, así fuera un poquito, para poder atender a los clientes que venían".

Alberto, el abogado que defiende las causas perdidas, el profesor de derecho en la Universidad de Medellín, el Juez del Trabajo y el Magistrado del Tribunal Superior de la Sala Laboral. El fotógrafo, el editor, el columnista y el librero también es papá, es abuelo, es tío, es hermano y es esposo.

"Nosotros teníamos una finca en San Cristóbal, se llamaba Casabella. Cuando se acababa el fin de semana, nos bajábamos a Medellín en el Volkswagen verde que teníamos. - Gloria hace una pausa y comienza a sonreír - Alberto cogía la cabrilla y Beatriz, Anama, Clara y yo nos cogíamos de donde pudiéramos. Veíamos las curvas, veíamos los tacos y veíamos todos los carros, pero a él nada le importaba. Él tenían afán de lo que fuera y empezaba a hundir el acelerador y nosotras sentíamos que nos íbamos a chocar. Una vez Alberto iba manejando el carro, iba solo, y se fue a un hueco y el Volkswagen quedó volteado. Después de eso, él siguió manejando igual o más rápido".

El "doctor Aguirre", como le dicen varios hombres mientras él está sentado en la mesa tomando su perico y leyendo su periódico, también fue deportista, comentarista de fútbol en radio y prensa y director deportivo. Juega muy bien al ping-pong, destreza que heredaron sus hijas Ana María (la mayor) y Beatriz, ambas campeonas nacionales.

Pero también era un gran deportista cuando jugaba con sus sobrinos y sus hijas, todos niños. "Yo era el único de los grandes que jugaba beisbol con ellos, entonces me paraba en el corredor y los llamaba a todos. En total éramos como 12 personas".

Empezaba el juego. Los jugadores se dividían en dos equipos, Alberto jugaba en uno de ellos. Los niños eran mejores para correr, Alberto para batear. "¡El tío era más tramposo! Uno le ganaba en beisbol y él decía que no, que no había strike. Y uno bien chiquito que se iba a ponerle a alegar a Alberto Aguirre", cuenta Pablo, el más pequeño de todos los sobrinos.

Entre libros de toda clase, columnas y noticias, Alberto pasa sus días, sin salir de la ciudad pero caminando por el Centro de Medellín. Habla con el vendedor de prensa y consigue sus periódicos, habla con el lustrador de botas y le pregunta por la situación de Espacio Público. Evita el ruido de los conciertos y los barrios lejanos del Centro. Las mañanas para salir a comprar la prensa y sentarse a leerla en algún lugar, las tardes para adelantar su libro de la masacre en Santa Bárbara o escribir cualquier otra cosa. A las 5:00 p.m. su tradicional whiskey y luego, seguir con la rutina.

En un sillón azul, sentada mirando por la ventana, Gloria dice que no sabe cuándo Alberto dejó de pasear y de salir a donde fuera. "No sé si fue antes o después del exilio. El caso es que él antes iba y venía en su carrito con todas nosotras. ¿Ahora?... Ahora no sale de su casa, no le gusta pasear, no le gusta dejar la ciudad. Ya ni las fincas le gustan, él que nació en Girardota".

En 1987 fueron muchos los pensadores que cayeron abaleados en las calles de Medellín, a manos de unos gatilleros contratados para cumplir a cabalidad con la muerte de ciertos personajes que aparecían en una lista. Héctor Abad Gómez y Alberto Aguirre fueron unos de los muchos que estaban en ella. A Héctor Abad, amigo de Alberto, lo mataron un 25 de agosto. Alberto logró irse para Madrid, buscando refugio.

"Los tres años que estuve en Madrid fue como estar de paso, como estar en un aeropuerto donde se espera a que anuncien el vuelo a abordar. Estaba en una ciudad que aguardaba mi salida, lejos de todo. Fue un tiempo muy doloroso. Al menos aprendí a cocinar. Yo no sabía coser, no sabía lavar, no sabía nada - Alberto interrumpe para sorber un poco de su perico - Entraba por un vaso de agua a la cocina y Candela, la empleada, me regañaba: "¡Niño Alberto!, ¿qué hace aquí? Váyase para la pieza yo lo atiendo".

Alberto ha escrito en los periódicos El Mundo, El Espectador, El Colombiano y El Diario, en las revistas Universidad de Antioquia, Ideas y Valores, Eco, Cromos, Soho, entre otras. Fundador del Cine-Club de Medellín que más duró en la ciudad, traductor de Papá Goriot y editor de El Coronel no Tiene Quién le Escriba y de Marea de Ratas. "Es como si quisiera concentrar todo mi conocimiento y toda mi experiencia en la sola tarea de escribir, sin olvidar mi idea de que uno no debe casarse con ninguna profesión", dice con su voz pausada, su tono de voz fuerte e imponente que son muestra de su carácter. Como dijo alguna vez Gonzalo Arango, "si él (Alberto) se dedicara a la política, sólo aceptaría ser dictador".

Ya se acabó el perico que pidió hace algunas horas, el vaso de agua al clima quedó medio lleno. Alberto se para de la mesa del Astor y paga la cuenta, mientras más personas se le acercan para decirle "doctor Aguirre, un gusto conocerlo".

Se aleja por la misma calle que lo trajo. Lleva el periódico doblado bajo su brazo derecho, mientras que sus manos van en los bolsillos. Al mismo tiempo que camina, juega con un mondadientes que lleva en la boca. Poco a poco lo voy perdiendo de vista. Lo último que vi fueron sus pasos lentos y su pelo largo, canoso y suelto que se rehúsa a cortar.

2 comentarios:

Julio C. Londoño A. dijo...

Ah, este bendito perfil me gustó tanto. Está tan bacano. deberías mostrarlo en algun lugar donde lo puedieran al menos publicar o algo. Te habías demorado en ponerlo. Ojo pues pal martes, aunque parece que cambiamos de Versalles a otro lugar.

Unknown dijo...

:)