viernes, 3 de julio de 2009

La rutina lechera

Por María Clara Calle.

Con un tono de voz alto y una secuencia que es difícil seguir, Cristóbal y Valentín van llamando a las vacas una a una. "Capuchina, Capuchina, Capuchina". Una vaca comienza a acercarse y a correr las que se interponen en su camino. Cristóbal se sienta en su butaca, unta las ubres de Capuchina con un procesante de color oscuro, pone cada uno de los brazos de la pezonera en cada una de las ubres de la vaca y la pezonera comienza a ordeñarla. La leche de Capuchina va dirigida hacia el tanque de almacenamiento a través de un tubo transparente.


Una casa con la típica arquitectura de las casas antioqueñas de antes: un corredor bordeando toda la casa, demarcado por un muro que a la vez sirve de asiento. El entejado con tejas de barro y de color rojo, las columnas rectangulares de madera que ayudan a sostener el techo y que se levantan del piso. En la esquina, una mesa y sentados alrededor de la mesa, están Fernando Vélez y Martha Elena Zapata, esposos que se dedican al campo desde hace muchos años, especialmente, a la crianza de vacas.

Con sus botas puestas, preparado para ir a ordeñar, Fernando me señala un vasto campo. "Don Valentín Pérez es dueño de todos esos potreros que usted ve ahí, excepto uno, que pertenece a la Finca La Manuela, de resto, todos los alquiló él". Toda la tierra que señala Fernando queda en la vereda Catacorte, perteneciente a San Pedro de los Milagros, pueblo del norte antioqueño.

En uno de los 28 potreros que señala Fernando están las 100 vacas de raza Holstein a las que van a ordeñar. "Valentín y Cristóbal, que es el que le ayuda al patrón, vienen todos los días desde el pueblo en el carro: a las 3 de la mañana y a la 1 de la tarde, que son las horas de ordeño. Yo ayudo echándole la comida a las vacas, arrimándolas y montando todo".

Esas 100 vacas de Valentín producen alrededor de 1900 litros diarios, cada vaca produce 20 litros en promedio y Colanta le compra a Valentín cada litro de leche por $800.

Para la primera ordeñada del día, Fernando tiene que levantarse a las 2 de la mañana. "Yo salgo cuando mis dos hijas y mi esposa están dormidas. Martha Elena se levanta muy tarde, como a las 7 de la mañana. Igual no tiene nada especial por hacer".

Ya llegó la camioneta donde vienen Valentín y Cristóbal. Ahora suben el tanque de almacenamiento al jeep que hay en la casa de Martha Elena y Fernando y todos los hombres se montan al carro.

Cuando el jeep llega al potrero, las vacas se van acercando solas al lugar donde las ordeñan, una estructura de madera que tiene un plástico por techo. Los tres hombres se disponen a bajar el tanque de almacenamiento y los bultos de cuido del jeep y a preparar las pezoneras, que son cuatro brazos metálicos que funcionan por conexión eléctrica y que se ponen en cada ubre de la vaca para absorber la leche.

"Eso con las pezoneras no demora nada. En cuestión de 4 minutos ya la vaca está ordeñada, uno sólo es poner el procesante antes y después de ordeñar para evitar la mastitis y poner la pezonera y todo queda listo. Todo va a para en el tanque de almacenamiento, que debe mantener la leche a cierta temperatura para que Colanta reciba la leche", dice Valentín sentado en una butaca de madera de no más de 30 centímetros de alto mientras revisa que todo el proceso siga como debe ser. "Uno tiene que ser muy organizado con esos tanques. Si hay uno mal lavado, con jabón o con mugre, Colanta no recibe la leche", dice Fernando mientras baja el tanque de almacenamiento.

El proceso continúa y las 100 vacas se van acercando una a una a medida que las llaman. "Manzanilla, Manzanilla, Manzanilla"; "Pilsen, Pilsen, Pilsen"; "Juana, Juana, Juana, Juana"; "Ranchera, Ranchera, Ranchera".

Mientras va acercando a las vacas, Fernando dice que el trabajo con ellas nunca para. "Cuando llueve, nos vamos a ordeñar con impermeables. Las vacas no tienen festivos ni vacaciones. Esto es seguido: dos veces al día, todos los días del año. Además, este negocio dizque no está dando, que sólo da para el cuido, el abono y todo para las vacas. No ve que por aquí ya hay unas fincas que se están dedicando a sembrar aguacates, porque lo de la leche ya no es buen negocio. Yo sigo trabajando en esto porque siempre me ha gustado, desde niño quise hacerlo".

Una a una, las 100 vacas fueron llamadas por sus nombres y fueron ordeñadas. Valentín regresa al pueblo y Fernando a su casa. Al día siguiente tendrán que estar ordeñando a las vacas a las dos de la mañana y esperar que Colanta recoja la leche de hoy, repetir el proceso a la una de la tarde y seguir con la rutina todos los días siguientes.

1 comentario:

Julio C. Londoño A. dijo...

Esta crónica esta bien bacana, Clara, Clara, Clara... jajaja. Habrá que volver al norte, carajo. Un saludo mujercita. Jajaja, Clara, Clara, Clara; molestas a Lucas por el nombre y mirate vos jajajaja. Mentiras!