sábado, 18 de julio de 2009

Otra perspectiva de lo común: De la Universidad a la Casa

Por María Clara Calle.

Estas cosas que uno siempre piensa, estos viajes que uno siempre hace. Un lugar común del que parte el mismo bus en el que siempre viajo. El Coonatra sale de la Universidad de Antioquia, a eso de las 10 de la noche, conmigo abordo.

Antes de montarme, me despido con un prolongado beso del hombre al que amo. Me comienzo a subir a las escaleras metálicas y antes de pasar la registradora, el busero arranca. En una frase corta le digo al hombre al que amo: "Es que estaba esperando por mí, a que nos despidiéramos".

Mis pensamientos, los de siempre, continúan.

El bus pasa por la misma ruta de siempre: Universidad de Antioquia, Universidad Nacional, la Minorista, Calle Colombia, barrio Carlos E. Restrepo, Luis Amigó.

El semáforo que queda al frente de esta última universidad está en rojo. En la acera del frente, dos perros callejeros caminaban juntos, uno negro y otro café. El perro café, que era más pequeño, paró en medio de la acera mientras que el negro seguía caminando. De un momento a otro, el perro negro, que era más grande, volteó para mirar a su compañero y paró su caminar. Aunque parezca patético o increíble, el negro deshizo sus pasos para volver por el perro café y cuando estuvieron juntos de nuevo, comenzaron a caminar. Eso sólo lo había visto en las películas.

El Coonatra sigue andando, como siempre, por el camino usual, con la gente usual. San Germán, la Facultad de Veterinaria, el ITM, la 80 y el Éxito de Robledo. Allí hay un paradero de buses. Como siempre, el Coonatra paró a esperar más usuarios que, al igual que todos los días, se miden por lo que pagan. Si esta regla se cumple, quizá los buses sean los que más promueven la igualdad.

Mientras el bus paraba en el mismo paradero, una mariposa blanca, no más grande que la palma de mi mano, intentaba cruzar la 80 volando. No sé por qué, no fui capaz de preguntarle, pero su vuelo no era lo suficientemente alto como para pasar por encima de los carros, como siempre lo hace. Esta vez, tenía que esquivar toda clase de camperos, de camiones y de buses para no terminar aplastada en algún parabrisas.

Esa ventana, cualquiera que quede al lado izquierdo del Coonatra, en la que siempre me hago, fue la misma por la que dejé de mirar para concentrarme en las personas que estaban dentro del bus.

Un joven, un niño o un adolescente -no sé bien definir su edad- estaba parado muy cerca de la silla del conductor. Un jean bien pegado para hacer resaltar lo que muchos llaman "el equipo". Una camisa verde, de esas que las mangas apenas recubren los hombres y hacen marcar el abdomen; con brillantes en el pecho, dibujos extraños y un letrero que dice Ed Hardi.

El chico no está solo. Al frente suyo, hay dos sillas en las que están dos mujeres, dos niñas o dos adolescentes -no sé bien definir su edad-. Él se sostiene con las dos manos puestas en una de las barras laterales del bus, esas en las que la gente se agarra para no salir rodando en uno de los acostumbrados frenazos. Aunque hay varios puestos vacíos en el bus debido a la hora que es, él sigue parado frente a sus amigas.

El Coonatra sigue. Más 80, round point de Colombia, sube por Colombia y se introduce en Calasanz. El chico, agarrado de las barras, baja su cabeza hasta estar muy cerca de una de las mujeres. Repite constantemente el movimiento. Quizá no oye muy bien, quizá lo haga para que los bíceps se demarquen. En todo caso, el movimiento repetitivo es similar al que hacen los hombres para sacar espalda, ese que llaman El Cristo.

"Le di la mano a una gitana ayer para saber de mi buena fortuna. Me dijo: 'tú tendrás amores pero fortuna no tendrás ninguna'", balbucea uno de los parlantes del bus. Ismael Rivera vuelve a intentar que sus sabias palabras lleguen a los oídos de los acostumbrados pasajeros. "Porque en la palma de la mano está que muy claro leo que será feliz. Serás feliz con tus amores aunque se burlen sin piedad de ti".

Casualmente, el joven siempre tiene las cejas levantadas, haciendo que su frente se arrugue. Mientras sigue haciendo muchas especies de 'Cristos', mira a la ventana, que le sirve de espejo, y con su mano intenta acomodar el poco pelo que tiene. (Un motilado: 'el estadio'. Que nombres tan extraños que a la vez son tan comunes).

Más de la mitad del viaje, él se estuvo mirando en el 'espejo' haciendo especies de 'Cristos' y mirando su reflejo con satisfacción. La otra parte del tiempo, estuvo mirando a las mujeres, hablándoles de amores, de amigas, de situaciones, de peleas, de borracheras, de conquistas o de lo que siempre hablan algunos hombres para conquistar a ciertas mujeres.

Todo el camino estuve absorta en mis pensamientos acerca del hombre al que amo. Yo no vi ni los perros, ni la mariposa, ni el joven, ni las mujeres. No supe cómo llegamos hasta la 80 con San Juan, pero pude darme cuenta que estaba cerca del final de mi usual recorrido. Todo fue porque una mujer se me acercó para sacarme de mis pensamientos y hablarme de los perros, de la mariposa, del joven y de las mujeres que había analizado en todo su camino.

"Ya en esto te tenés que bajar, no se te olvide. Acordate: Caminás una cuadra por la Nutibara, bajás por una de esas calles por las que sólo caminan los que las reconocen, los de Laureles. Cuando llegués a la estación de Policía, girá a la derecha y caminá una cuadra más allá del Primer Parque, para luego voltear a la izquierda y llegar a tu edificio para que tu portero te abra la puerta. Acordate, acordate, el mismo camino de todos los días para llegar a la misma parte, encontrar las mismas personas y, extrañamente o normalmente, sentir cosas diferentes".

Y así fue: bajé por las mismas calles, cruzando las mismas aceras para llegar a la misma casa. Preguntándome y respondiéndome cosas locas acerca de la costumbre que, casualmente, a veces trae sensaciones diferentes.
_______________________________
Los escritos etiquetados 'Otra perspectiva de lo común' seguirán apareciendo en el blog. Es lo que usualmente vivo en Medellín pero contándolo como lo vivo. "Acordate, acordate: el mismo camino de todos los días para llegar a la misma parte, encontrar las mismas personas y, extrañamente o normalmente, sentir cosas diferentes".

3 comentarios:

Lucas Vargas Sierra dijo...

Muy bueno. Que ejercicio más Capotesco, "Música para camaleones".

Bien bien bien.

Un abrazo Piba

De voz, para vos dijo...

Huy nena.... Me encantó uffffffffff demasiado... Mero jiro inesperado
Andrea

De voz, para vos dijo...

Mirame el jiro, giro, jiro, giro, :S