viernes, 19 de diciembre de 2008

El deber cívico de desobedecer

Éstas – las sociedades- se forman y se transforman
precisamente en la confrontación, la colisión
y el choque de prácticas e ideas.

María Teresa Uribe de Hincapié
En una democracia el poder nace en el pueblo y para efectos prácticos la representación es empleada, la cual es elegida por las mayorías. Es necesario que la voz y actos de las minorías sea escuchada, debatida y confrontada, y si lograra convencer, debe ser incorporada en el gobierno de turno (las minorías, aquí dichas, pueden ser mejor llamadas oposición). Logrando así una mayor cobertura del pronunciamiento de la sociedad.
Por un lado, al gobierno permitir y garantizar las expresiones de la oposición por medio de actos y palabras gana legitimidad, es decir, demuestra que su actuar es conforme a la ley y deja ver su fortaleza ante la opinión pública; y por otro lado, el ciudadano inconforme o indignado con el actuar del poder da muestra de su virtud como ciudadano al manifestarse en contra y denunciar fallas e inconsistencias o al hacer explicito que otra forma de gobierno podría ser más justa. El verdadero ciudadano es parte activa de las decisiones políticas que luego él y su comunidad deberán acatar; ya que si no fuese así, tendría todo el derecho a no obedecer; ante una ley que el pueblo eligió como justa no hay razón para desobedecer, pero en una situación contraria es deber cívico la desobediencia. En la verdadera democracia es menester acatar las decisiones de los ciudadanos e impulsar el pronunciamiento de las minorías. “Incluso votar por lo justo es no hacer nada por ello… El hombre prudente no dejará lo justo a merced del azar ni deseará que prevalezca gracias al poder de la mayoría” [i]
En un orden establecido injusto, la resistencia pacífica es una alternativa que requiere del actuar conjunto de la sociedad inconforme, un actuar inteligente que conduzca al cambio; en donde se haga manifiesta la separación radical de la sociedad que quiere justicia y el gobierno que legaliza la injusticia.
En la realidad el ciudadano virtuoso es el obediente de lo legal, sin cuestionar que tan justo sea.

Gandhi, abogado, tenía clara conciencia de que el buen ciudadano debía obedecer
las buenas leyes que protegen los derechos de los más pobres contra los más
poderosos. Pero, desafortunadamente, las leyes son, generalmente, elaboradas por
los poderosos y no es raro que ellas tengan por función la defensa de sus
privilegios. El ciudadano responsable debe desobedecer las leyes injustas. Lo
que fundamenta la ciudadanía no es la disciplina, sino la responsabilidad. Ser
responsable es aprender a juzgar la ley antes que obedecerla. La obligación de
la ley no debe borrar la responsabilidad de la conciencia de los ciudadanos. Es
una equivocación implantada por las ideologías dominantes la conversión de la
obediencia en virtud.[ii]

Es un deber el desobedecer lo injusto y exigir cambios para mejorar y enriquecer el gobierno; para que represente en realidad los intereses de todos y dejarles a las generaciones futuras una sociedad mejor. Es obligación velar por el contenido justo de la ley que nos rige.
Andrea Arango Gutiérrez
[i] THOREAU, Henry David. Del deber de la desobediencia civil, Medellín: Editorial Pi, editor Álvaro Lobo, 2008, p.25.
[ii] MULLER, Jean-Marie. La no-violencia como filosofía y como estrategia, p.178.

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